Cinco minutos más tarde

Dicen que si hubieran llegado cinco minutos más tarde hubieran evitado la desgracia, otros aseguran que el destino te persigue aunque intentes escapar de él y que "si te tiene que tocar, te va a tocar".
Habían pasado la mañana del domingo en la feria haciendo compras, como era costumbre en la familia. Pero esta vez hubo un pequeño detalle que cambió la vida de todos.
Como ese día el tiempo que disponían era menor que el de costumbre porque tenían que llegar al mediodía al cumpleaños de un conocido, cambiaron el recorrido habitual que hacían a los puestos todos los domingos, y decidieron repartir las compras para hacerlo más rápido.
Mientras los padres iban por las verduras en un puesto que ya sabían que la tenía en buen estado y a buen precio, los dos hijos se encargaron de la fruta en otro puesto a media cuadra del anterior.
Con la nueva estrategia habían ahorrado casi media hora de tiempo para no llegar tarde al cumpleaños.
Volvieron a su casa, abrieron el portón y estacionaron la camioneta en el garaje, pero cuando fueron abrir la puerta notaron que alguien la habían forzado y estaba abierta. La decisión prudente hubiera sido correr lejos y llamar a la policía, pero el instinto y los nervios muchas veces no buscan la lógica ni razones para actuar.
Entraron.
Notaron el error de sus actos ni bien se encontraron cara a cara con un hombre con capucha y tapabocas, y que cargaba con joyas que la mujer pudo reconocer inmediatamente. Los estaban copando y estaban frente a los culpables.
El miedo los paralizó y por un momento al ladrón también. Pero el segundo reaccionó primero y les gritó que se alejaran de la puerta y con un arma los apuntó para que se tiraran al suelo y guardaron silencio. El hermano mayor abrazó al menor mientras el menor temblaba.
El ladrón no dudó en llamar a su segundo para alertarlo, y que los cuidara empuñando un cuchillo mientras él guardaba algunas cosas más.
Cuando volvió, el padre de la familia notó por un instante que los ladrones se distraían buscando qué más robar y cometió el segundo acto imprudente del día: se lanzó contra el ladrón que tenía el revolver para quitárselo. Forcejearon y por unos segundos parecía que lo iba a conseguir, pero un cuchillo se le enterró en el brazo y no pudo contener un alarido.
La siguiente escena fue tan confusa como dolorosa. El alarido del padre desató un caos en la habitación en la que, mientras el padre se quejaba, los ladrones amenazaban para que hicieran silencio y el hijo menor entraba en un mundo muy lejano al nuestro y no dejaba de gritar horrorizado sin poder tener en cuenta las consecuencias. En menos de un segundo el ladrón del revolver pasó a ser un asesino. Un disparo por miedo a que los atraparan, un hermano menor que no podía entender lo que pasaba y no dejaba de gritar, y un hermano mayor que anticipó los movimientos del hombre del revolver y se puso frente a su hermano recibiendo el disparo que iba dirigido al primero, justo en su pecho.
La familia quedó petrificada, se hizo el silencio absoluto y hasta el hermano menor dejó de gritar. Apenas notaron cuando los asesinos salieron corriendo.

Si estabas esperando un final feliz, esta historia no lo tiene. Me gustaría contarte que el hermano mayor no murió con tan solo 25 años defendiendo a su hermano menor que tenía autismo, pero estaría mintiendo. Me gustaría contarte que atraparon a los culpables y se hizo justicia, pero la verdad es que aún están sueltos sin que nadie sepa de ellos. Y me gustaría contarte que esta historia es pura ficción, pero la verdad es que está basado en un caso muy reciente de una familia que vivió esta misma tragedia.